Saturday, July 28, 2007

Finito

Y al fin pude deshacerme del famoso artefacto
del famoso artilugio
¿querí ser diferente?
Parecía decirme
Te vas y te vas
Se fue volando por los aires
Y fue a caer al mar de caleta abarca.
Todo esto ante una atónita mirada femenina, cuyos ojos lucían complacidos.
Sentí un dolor en el brazo izquierdo.
Me lesioné. Ya no me dará cáncer, pero me quedará un leve dolor
Leve y mínimo, que ni siquiera suscitará nostalgias, ni recuerdos.

Tuesday, July 24, 2007

Viva Kafka




K. se quedó mirando fijamente al inspector. ¿Es que ese hombre, tal vez más joven que él, le daba lecciones como si estuvieran en la escuela? ¿Se castigaba su franqueza con una reprimenda? ¿Y es que no le diría nada acerca del motivo del arresto y de la autoridad que lo había ordenado? Llegó a sentirse algo irritado; se paseó de arriba abajo por la habitación, cosa que nadie le impidió hacer, se arregló los puños de la camisa, se pasó la mano por el pecho, se alisó el pelo y, aproximándose a los tres señores, dijo:
-Esto no tiene el menor sentido.

Fragmento de "El Proceso"
Franz Kafka

¿En qué estado debe encontrarse un hombre para aceptar condiciones inaceptables? ¿Es su estado interior ( del protagonista de la novela) el que puede extrañar a más de un lector por su aparente resignación ante semejante absurdo? ¿Quién se revela ante quien? ¿El sistema al hombre? ¿O viceversa? Parece una broma de mal gusto según cree en algún momento K. Pero no parece un pensamiento demasiado lejos de la realidad, porque la comedia dura un año, y los personajes que debe abordar K representan cada uno su parte hasta el final. Dos hombres lo asesinan a las afueras de la ciudad. El protagonista piensa (justo un año después de su detención, cuando le van a buscar estos hombres) que le han invitado al teatro, y más aún todavía K viste un traje de etiqueta, como quien va al teatro un día de semana. Camina con ellos por calles oscuras, sin destino aparente, los hombres le llevan casi en andas, la apariencia de los tres hombres, K entre ellos, parece una compacta unidad. Los hombres pretenden integrarlo en el final a la comedia, pero el protagonista está tan agobiado por la culpa, que jamás reconocerá su condición de detenido, sus reacciones ante aquella justicia serán siempre las reacciones de un hombre libre al final de cuentas. Esto parece ser su verdadera condena, da la impresión como si lo que le ocurre al final es sólo un adorno de la historia, el momento más significativo parece ser cuando le notifican su arresto. Aquí me parece está la condena de K.




Y es que es tal la inercia que tiene el sistema, que el hombre en cualquier época sucumbe indefectiblemente. Intenta protegerse en una burbuja, parapetarse de las influencias nefastas de su propio ambiente, de sus propios compatriotas, etc. No hay nada más triste que ver cómo la sociedad intenta quedarse con un trozo de carne del músico, del poeta, del escritor, del pintor, etc., y poner aquellos pedazos en un museo, en una exhibición, como si fueran trofeos. En el fondo es la sociedad que no puede con su culpa, y cuando ve hombres que brillan con luz propia, no duda en caerles encima como aves de rapiña, y acabar con lo más preciado que tenían. Esto me trae a la mente una conferencia dictada por Oscar Wilde en una Universidad Inglesa, en donde afirma que nunca ha existido un pueblo de artistas, ni siquiera un pueble que ame a sus artistas. En Kafka, y mediante sus atormentados personajes, se refleja la incomprensión absoluta del hombre hacia el hombre. La búsqueda de estímulos del apoderado K en la religión, en las mujeres, en sus parientes, se torna un forcejeo continuo entre su mente y su forma de actuar, la cual es en reiteradas oportunidades censurada por los seres más cercanos a K. Nadie parece ver el absurdo de su situación. Estúpidamente el tío que le visita del campo en ningún momento se hace las preguntas que se hace K respecto a esa justicia, sino al contrario se dedica a atormentar a K enseñándole una carta de otro pariente al cual K, no le ha escrito en meses. Así queda claro como demuestra Kafka en su libro, que el hombre está solo siempre, la incomprensión crónica del resto de la gente le acompañará en todo el trayecto de la novela, y finalmente morirá como lo dicen las últimas palabras de K.

Pero las manos de uno de los señores cogieron la garganta de K, mientras el otro le hundía profundamente en el corazón el cuchillo y luego lo hacía girar dos veces. Con los ojos vidriosos alcanzó K, aún a ver cómo los señores, manteniéndose muy cerca ante su rostro y apoyándose mejilla contra mejilla, observaban el desenlace.
-¡Cómo un perro! – dijo; era como si la vergüenza hubiese de sobrevivirle.

Fragmento de "El Proceso"
Franz Kafka

Antes de morir K, cree que vendrá en su ayuda una mujer que abre una ventana en la noche, pero ella no es más que un espectador de su muerte. Es ese el fin que pretende darle Kafka a esa mujer en aquella parte de la novela. K, sabe lo que viene, y no opone ni la más mínima resistencia ¿por qué?. Pues porque su muerte es el descanso pleno, la meta, el telos del artista atormentado. Cuando la única salida es la muerte o el suicidio, pueden verse los efectos del mundo que rodea al artista. Morir es algo que implícitamente busca K, así se justifica su resignación ante tal absurdo, porque aceptar un destino tan fatal, se convierte en una liberación para el hombre precisamente de esa misma fatalidad. Su muerte refleja tristemente su liberación, así como la paradoja de transformarse a sí mismo en el actor central de una comedia, que cuando acaba, cuando cae el telón, dejará al público con una sonrisa crispada. No puedo dejar de mencionar que La Metamorfosis en el comienzo parece una comedia, destinada a hacer reír al público, y acaba finalmente como una de las metáforas más bien logradas de la literatura universal, en palabras de Max Brod, su amigo y editor póstumo.

Monday, July 23, 2007

Tan complicados los simples mortales y tan facil saber que se traen entre manos.






En Departamental con Santa Rosa hay un poste sin farol. Yo lo he visto, está apagado. En general ese cruce siempre ha tenido mala iluminación, como si se resistiera al paso del tiempo. La locomoción que pasa por ahí no se ha percatado de aquel poste sin farol. Todos van apretados como sardinas, pensando en sus vidas, o pensando quizás que. Yo he visto sus rostros, no me dicen nada, no miran hacia arriba, hacia las estrellas, todos ríen de tristeza. Yo mismo me he sorprendido escrutando el horizonte más allá de las casas. He visto el follaje de algunos arboles y el camino al trabajo se ha hecho más soportable. Luego me preocupo, me siento de otro planeta, como si hubiera matado a alguien, como si quisiera acabar con mi propia especie. ¡Que lastre es la conciencia! Y, sin embargo, ahí está el poste, sin farol, más triste que el reflejo de la gente en los vidrios de una micro iluminada, pero muerta de ocupantes. Día a día con la mirada busco desesperadamente un transeúnte que note la ausencia de luz, que note el poste sin luz, que note como ruedan gotas de agua por sus lados, que note cómo suplica ayuda, solitario en las alturas, en la penumbra absoluta, recibiendo vientos escarchados y cortantes, recibiendo miradas de olvido. Cada día que le veo pienso que nos domina a todos, que es posible que se sienta superior, magno, indiferente, pero a oscuras, (salvo excepciones), la mayoría de la gente es infeliz.
Hoy nuevamente pasé por ahí. Vi las calles iluminadas, vi a una mujer con su hija atravesar la calle, vi gente a mí alrededor feliz, vi la micro iluminada, vi las calles resplandecer una luz blanca. Levanté la vista hacia aquel poste, que me sonrió de un modo significativo, como despidiéndose de aquellas calles. Y finalmente me vi a mi mismo descendiendo de la micro, y perdiéndome en las regiones más oscuras de las calles de mi corazón. Una cosa si es cierta, en Departamental con Santa Rosa hay un poste que no brillará nunca más.