Tuesday, August 22, 2006

Diario de un Desesperado XI

Cuando llegué a casa a eso de las seis de la tarde, no pude evitar fijarme en cuatro cuartillas perfectamente alineadas en la mesa del teléfono. Las hojas se veían un poco ajadas, la letra se veía frágil, insegura. Al acercarme...”Mantenía siempre la Literatura a distancia, desconfiando del ensueño de las letras. El lenguaje como herramienta de expresión literaria, y con él, las letras, era insuficiente, y por lo tanto (según él) traicionero. De aquí, en forma ligeramente paraoica, “F”, extendía sus conclusiones al campo filosófico y político. Sus amigos se reían...”
En resúmen, el atormentado protagonista, F., había diseñado un par de lentes que le evitaran ver letras, en su casa no había absolutamente nada que pudiera leerse. No tenía televisión. Del borde de su cama colgaba un antiquísimo radio-transistor. Su vida era la vida de un hermitaño. A tal punto había llegado su aborrecimiento por las letras, que trabajaba en un sistema de in-enseñanza, es decir, construía un método para “dejar de leer”, o mejor dicho, “olvidar cómo leer”.Subí a leer el cuento nuevamente a mi habitación. Lo repasé muchas veces, intentado imaginarme el método “olvidar cómo leer”. El cuento además, estaba salpicado de algunas frases conocidas, entre ellas Juan Rulfo, “Sí, fui a la escuela y me deprimí, y desde entonces vivo deprimido”. U otra cuyo autor no recuerdo, “Estaba teniendo una hermosa educación, hasta que el colegio me la interrumpió” No creo que el autor de este cuento califique como enemigo de la Literatura, aunque a simple vista lo pareciera. El motivo me parece simple. La descalifica por considerarla insuficiente, exigua, carente de su esencia y por lo tanto alienada. La metáfora sobre la imposibilidad de la Literatura refleja la búsqueda por parte de “F” del método certero para expresar lo interior del ser. “Si me grito hacia adentro con fuerza, el eco inundará -como una onda en el agua- la triste página en blanco”.
He ido a revisar en internet, el texto es de Danilo Ostolaza, escritor Uruguayo fugaz. Inesperadamente encontré un artículo al respecto, de Eduardo Galeano, quien se refiere precisamente a la idea del cuento de esta forma: Ostolaza no ha huído en forma despavorida de la Literatura, lo que nos propone es replantearnos la forma de crearla. Es una opción hermosa y radical, expuesta de modo simple en algunos escritores que él precisamente cita en su cuento. La Literatura en si misma no es dañina, son los cimentos basales quienes la han maleado: “No culpeis a los escritores, no culpeis a los poetas, ellos han llegado a bordear lo imposible, para hacer a los hombres más justos, más libres, más certeros, más ciertos” dice Ostolaza, obsesionado con el lenguaje y las letras.
Esto me ha hecho pensar en el Ostracismo legendario de Juan Rulfo, o el de Nicanor Parra. Interesante marco teórico entrega Ostolaza para así poder comprender a estos dos grandes de la Literatura. De este modo Rulfo casi no hablaba quizás porque entendía que estaba cometiendo un “grave error”. Y la restricción casi al mínimo de sus palabras se ve claramente también en su Pedro Paramo.
N. Parra encarna en este sentido al poeta que le parece imposible negarse en el habla, pero que lo reemplaza por un abrazo constante y consciente hacia las declaraciones “incoherentes” a que se entrega. A Parra no le importa si lo entienden o no, porque en definitiva, lo entiendan o no, él sabe perfectamente que “ni él mismo se entiende”. De este modo se comprueba su lucidéz, su elevación por sobre cualquier crítica, no importa cuan aguda o incisiva resulte, al final todo es incoherencia.
En A propósito de la escopeta, N. Parra dice:
Y PORFAVOR destruye este papel
la poesía te sigue los pasos
a mí también
a todos nosotros
Un par de horas llevo metido en este asunto del método “olvidar cómo leer”. He salido a comprar cigarrillos, creo que lo hice intencionalmente a ver si encontraba otro cuento, una nota, un verso. He despertado a las cinco de la mañana, me llega el sonido de las primeras micros. Aún esta muy oscuro. Enciendo la luz, me parece sentir al gato. Lleva ya cinco días sin llegar a casa. Todos se han ido, sin que ello constituya para mí un inconveniente, aunque la sola mención en estas notas me supone algo que, como miles de cosas más, no sé muy bien que es.

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