Saturday, August 12, 2006

Diario de un Desesperado IV

4)

La mañana se hace lentita, me despierto de inmediato, pero necesito algo para perpetuar el despertar. El Division Bell viene como anillo al dedo para esto. El humo de cigarrillo de la madrugada todavía da pruebas de vida, me adormezco un poco más, pero lo suficiente para estar despierto, y volver darle vueltas a lo mismo. Mil pensamientos me asaltan, pero ninguno realmente tiene cuerpo, todo espurio. El cuaderno allí, parece tener telarañas, parece llorar, por carecer de objetivo, por ser objeto sin objetivo. Louis Enrtral, poeta checo, cuenta que... bueno, el hecho de haber escrito un solo poema no sé si lo haya transformado en poeta, la mayoría de las biografías así lo define. Poeta, autor de un solo poema, “Unanimidad indiferenciable”, poema que lo sumió luego en el absoluto silencio. Luchó por salir de este “silence littéraire” de una manera curiosísima. Compraba lápices, plumas, todo tipo de objetos que terminara en punta y sirviera para escribir. “La poesía está en la punta del lápiz, como la matemática” decía. Tal era el afán que tenía por volver a escribir, que acumuló toneladas de bolígrafos, miles de plumas y cientos de lápices, que hoy son exhibidos en un museo en Dusseldorf por su potente variedad, antigüedad e inmensidad. Erntral murió en Berlín, el verano del 52, sin conseguir sobrevivir a su No-literario. Raro ¿eh? Cuando supe de esta historia, debo reconocerlo, tuve una aguda intención de comprarme el set de lápices que venden por la módica en la micro. Volviendo al poema, por su nombre parece ser el culpable de su condena a la no-escritura. “Unaminidad indiferenciable”, pienso que tal vez Enrtral al escribir ese poema, trágicamente se quedó sin tinta, pero no tinta de la que mancha, sino de la tinta que va por dentro, esa que yo también a mi manera ando buscando.
Bajo en busca de desayuno, algo caliente. Sacó la basura, me enfrío de pies a cabeza, busco refugio en mi pieza, casi llegando a la cama, tropiezo con Juan Emar. Le digo que le envidio, que si estuviera realmente vivo, le recibiría con un puñetazo. Delicado y sutil, nunca le tuvo miedo a la pagina en blanco, que envidia, dime Jean, cual es el secreto. Tus historias son como muñecas rusas, mil y una noches, piletas, semáforos, no, semáforos no. Eso es FOME, aletarga. Me pregunto si en algún momento se habrá cansado de escribir, creo que sí. Pero su obra, cuantitativamente es monumental, comprarse la antología esencial es un chiste. Es como volver de Paris con una guía de la ciudad, mostrársela a un amigo y decirle: “Mira loco, que bonito es París. ¿Te gusta?”. No me jodan.

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