Saturday, August 12, 2006

Diario de un Desesperado III

3)

Ya es madrugada nuevamente, aquí tengo el folio, lo miro, intentando no tocarlo. En su interior está el abismo de la página en blanco. Esta página que intento rellenar, pero no puedo. Pienso en una historia, pero nada sale. Cosas así como...”La mujer salió a buscar el pan, pero la propia imposibilidad preconcebida en su éxito la hace indefectiblemente fracasar”. Que horrible, se me acabó la historia, ahora ya no puedo seguir adelante, el espacio de la página en blanco se me antoja un cosmos que no puedo describir. Estoy rebosante de floritura, no puedo escribir sin adornar con cuanto adjetivo se me viene a la cabeza. Si pudiera meterme las manos en la cabeza y podar las seudo-ideas que florecen, que nacen muertas. Han pasado cuatro minutos, continúo al borde del fracaso, esbozando literatura fracasada. Repito los mismos verbos. Cito a la misma gente. Creo que voy a hacerme un poema pa mi mismo.
“Loa a la monotemática”
Tú, que eres tela de cebolla, gastado de la mente, con la creatividad castrada por la conciencia. Tus ojos ya no escriben, y tus manos lloran noche y día, languidecen de inoperancia.
Repito, que horrible. Bueno, la hora suma y sigue, minutos, segundos y el reloj me mira y ríe. Me acorde de E. A. Poe: “Nunca más” ¿y si entrara ese cuervo por mi ventana ahora? Pero no creo que le llamen la atención esas cortinas. No sé que le diría, le preguntaría por Poe supongo. No tengo cenicero, ya vengo, ya vendré. (Nunca más). Volver no es entretenido, “otra vez este...” dirá más de uno. “Metiendo su nariz acá” Todo el tiempo preocupado si incomodo a alguien, qué incómodo resulta, y ni siquiera tengo valor para desatarme un poco los cordones de los zapatos, no zapatillas. ¡Qué incómodo! Es que no quiero incomodar a nadie, pa no molestar, “Do not disturb”.Hablando de incomodidad, y mirando una lupa que tengo en el velador, me pregunto: ¿Cómo es Sherlock Holmes pudo hacerse amigo de Watson?, Debe haber estado bien lateado Conan Doyle. Yo le imagino enyesado, imposibilitado para asistir al juego de cricket con sus amigotes. Idea caldúa tuvo el maestro, sin embargo, pobre de Watson (Diría Holmes) le tocó la peor parte. Porque Holmes, de partida, y para echarle el avión bien abajo, con su ciencia de la deducción, se pasó por la r.... a los escritores de la Literatura de ciencia-ficción que tanto amaba Watson, tratando de “chapucero indecoroso” a uno que otro escritor. Sherlock Holmes habría sido un gran escritor, no sé muy bien porque lo digo, y Watson un herido por las letras, un enfermo de Literatura, sin poder escribir. Incómodo digo, pero la incomodidad no le impidió a Watson querer y estimar a la “figura literaria” creada por Doyle, no.
Ahora enciendo un cigarrillo, lo voy a describir, a ver si vuelve o viene alguna idea literaria a mi cabeza. Qué encerrona, he pensado en una forma cilíndrica y he recordado el trabajo. Cada paso es un paso en falso. Cada tinta que va formando una letra, es equivalente a escribir: “Ese día en aquel café...” arrancar la hoja donde lo escribí, hacer una pelota, y a la basura, pero infinitamente. Esto de repetir lo mismo, me recuerda a Jack Nicolson, o como se escriba, en “The Shinning”. Pero, ¿qué hay de malo en repetir tantas veces lo mismo? Yo conozco gente que hace lo mismo todo el día y no está loca (eso creo). Lo cuático es que alguien te persiga con un hacha. “El brillo del hacha que me persigue...”Debe ser terrible. Volviendo a lo de repetir, es decir, retrotrayéndome a lo de repetir, de modo que, volviendo a repetir (¿?). Kubrick, o como se escriba, debe haber amasado mucho el tema del escritor principiante. De hecho, tengo información, según una investigación que hace poco vio la luz, de que uno de los utileros contratados para esa película, se le encargó la penosa tarea de tipear, ¿cuántas?,¿Mil páginas? No sólo escribir lo mismo, sino además, distintas formas. Dice el estudio, de nombre “El guión del Utilero”, que luego de realizar esta tarea, fue visto horas más tarde al utilero, persiguiendo una ardilla por los alrededores del hotel, con un cuchillo cocinero. El hombre, de iniciales P. W. Actualmente esta internado en una institución de salud mental, y se cree que ya está en condiciones de dar una entrevista muy esperada por la afición al cine. Esto me recuerda una frase de Robert Melrroux, “La importancia de dar un buen golpe no estriba en propinarlo, sino en saber recibirlo” Tiene su lado poético repetir lo mismo ¿o no?.
Sigo aquí, eso es lo que mejor hago, “seguir aquí”, esperando que vuelva a llover. “La noche se presentaba lluviosa, el tejado, salpicado de gatos en celo...” Qué horrible, repito. A propósito de esto, vuelvo sobre una exquisita fábula hecha por Gesualdo Bufalino: “El gato zarpado, dos funerales y un ratón”, manuscrito que tiene páginas delirantes sobre un gato que amaba la Literatura, y de día, se lo pasaba corrigiendo poemas en el tejado de una capilla Siciliana. Un día se le acercó una gata. ¿Qué escribes? Le interrogó ella. El gato, de nombre Ulises, abrumado por la belleza de la gatita le enseñó sus escritos. “Ya no quiero pellets, ya no quiero collar anti-pulgas, lo quiero todo, no quiero nada” ¡Qué hermosos versos! Maulló la gata, dando ha entender que no entendía, pero simulando entender. Ulises, ebrio de felicidad, prosiguió con sus versos y correcciones, pero ¡ay! Que ya no pudo continuar, se paralizó. Culpó a la gata y le mató. Subió al tejado más alto, y se lanzó. Un ratón de cola larga, husmeando en el tejado, encontró los manuscritos de Ulises y los publicó. Pasó a la Historia como el más grande de Los Ratones Malditos. En la primera página de ese poemario, de nombre “Sicilia en el suelo” escribió: “La escritura es de todos y de nadie, quien se atreva a desmentirlo, será todos y será nadie”.
Vuelvo a esta página en blanco, sigo escribiendo en el aire. Fui a la cocina por un té. Volví, para variar, sumido en el fracaso. No hay azúcar. El te había cargado harto, como a mí me gusta. Hay sacarinas, pero prefiero sucumbir, echarle sal, llorar, y volver a subir. Si me preguntan porque me dejé barba, vuelvo a sucumbir, deshaciéndome en intentos de respuesta que no voy a repetir. Nada. Todo sigue igual, como la canción. Todo lleno de imperfecciones, todo nublado y perfectamente turbado. Pienso en bajar nuevamente a buscar té, pero no hay azúcar, mejor me duermo y sueño con un café. Duro como tabla, durmiendo, con insomnio, y todo absolutamente al revés.

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