Tuesday, August 15, 2006

Diario de un Desesperado VII

El otro día, mientras veníamos de vuelta con un amigo del supermercado, cargando dos productos indispensables para el hogar (dos confort y un whisky de litro), tuve la impresión de que "de algún lado" soplaba un ligero viento de inspiración literaria. Apuré el paso a casa para... He vuelto a la normalidad, digo normalidad porque la verdad es que me asusta pensar que de un momento a otro tendré un brote, un ataque psicótico por escribir. Puede parecer estúpido que después de días sin rumbo, pueda pasarme esto. Puede que sea como una especie de sexto sentido que me dice que me va venir un ataque, y esto, en ningún caso me parece que será algo positivo, basta recordar al escritor ruso Oleg Turazov, quién sufrió, después de publicar su magnífica obra "La isla de Gestalín", terribles embates que le hacían quedar completamente paralizado. "En su delirio -escribe Anton Chejov- luchó estoicamente, intentando dominar el ataque, escribir historias, versos, palabras, exclamaciones, puntos suspensivos, que le acometían como tiburones y toros enfurecidos, que le hacían sufrir horribles espasmos por querer aguantar el alud de Literatura que se le venía". Lamentablemente no hay registros médicos, y esto lógicamente porque la "enfermedad" nunca tuvo indicios físicos o psicológicos, algo completamente anormal e insólito. Chejov cuenta además que lo dicho por el médico, de algún modo ratifica la "enfermedad literaria". "Tráiganle a este hombre la última novela de Tolstoi" Y esto si que es cómico, porque ese mismo año (1899) Leon Tolstoi ya había publicado "Resurrección".Tengo que estar atento a un nuevo soplo de inspiración. Me pregunto si la magnitud de los ataques se correlacionará con la calidad de la escritura. Si fuera así, puedo respirar aliviado, no tendré mas que una pequeña alza de presión, nada de que preocuparse. Ahora, si no es así... Qué más da. La imposibilidad de escribir me hace sentir despreocupado de estos ataques, que en definitiva, sólo los grandes los han sufrido, con consecuencias nefastas para sus cualidades literarias.Yo, así como un mendigo ando la mayor parte del tiempo buscando estímulos para escribir, sin conseguir resultado. Pablo Neruda, cuentan que se metía en un bote lleno de flores secas, se zambullía entre las flores con un cuaderno de notas y un bolígrafo. Un sistema poético-olfativo bastante interesante para desarrollar sus versos. En lo personal, no sé cómo me sentiría sumergiéndome en una botella de whisky, para luego encerrarme en el baño, con un rollo de confort envuelto como bufanda, garrapateando en un cuaderno palabras incomprensibles y mirando cómo se ahoga mi lápiz "bic" en el W.C, balanceándome completamente borracho. Patético sería.
Momentáneamente voy a desechar ese sistema, no por que me parezca ineficaz. Simplemente porque quiero hacerme de una Literatura propia, con mi propio sistema. Actualmente me noto absolutamente perdido, acarreando sacos de cemento para construir no sé qué. Pero no importa, es mí espalda, son mis pensamientos, es mí imaginación la que se desgasta, como piedra submarina. No tengo ningún motivo para sentirme alegre por algún supuesto avance, ni triste por un retroceso considerable. Tal ves como un velocista que espera el disparo de salida, demasiado quieto para creerse rápido, demasiado nervioso para triunfar, demasiado agazapado para sobresalir.




"Me han invitado a formar parte del Realismo Visceral, no hubo ceremonia de iniciación, tanto mejor" (1). Tengo que confesar que una de las tantas obsesiones que me albergan, son los principios de las novelas. No hace mucho tiempo, un amigo y compañero de trabajo, me decía que en el principio de un texto está la batería, la potencia y los cimientos de cualquier tentativa o intención de escritura. Le he dado un montón de vueltas a esta idea o teoría, recordando inicios de novelas. "El día en que lo iban a matar..." o "Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo..." ejemplifican de algún modo lo importante del comienzo. En Crónica de una muerte anunciada, el comienzo es la esencia de la novela, algo así como el final al principio, sin hablar del título, que a su modo representa otro tanto, sino toda la novela. El comienzo, de este modo, es lo inverso a la punta del iceberg, toda la novela, pero pronunciada en diez o doce palabras.No sé si esta idea me enfanga o me propulsa hacia mi esquivo y anhelado fin. Para hacer esto da la impresión de que se debe tener el texto en la mente, e ir, mediante un proceso de selección literaria, cuajando un resumen de la trama, que a su vez esté cargado de la obra completa. Que horror. Verdaderamente abrumante, sin embargo, reafirmo mi obsesión por los comienzos de novelas, que no me traerán, creo yo, la inspiración perdida, no, perdida no, porque nunca la he tenido, tan sólo me ha parecido sentir la sombra de la inspiración rozar mi hombro, pero siempre me doy vuelta a mirar tardíamente, como si me hubiera fumado mil caños.
Me levanto de mi asiento, recordando que tengo un libro que nunca leo. Quizás sea porque yo lo escribí y no lo recuerdo, o lo contrario. Puede ser que esté imaginando el libro que quiero escribir, que aún no existe, pero que yo visualizo desde afuera. Veo la tapa, el grosor del libro, sus bordes, no se distingue la editorial, ni el título, es una visión panorámica, ¿qué se necesitará para adentrarse en su primera página?. Conviene no obsesionarse, pero, ¿y la primera letra?, ¿Será una "a", una "e" o una consonante?. Prefiero dejar este camino esotérico de imaginarme lo no-hecho, prefiero yo mismo encarnar lo no-hecho, y a partir de aquí seguir buscando la respiración de escritor. Vuelvo a sentarme, en mis manos un poema de Oscar Altamirano Carmona, poeta Infrarrealista.
Pasión
cada vez me enamoro más de la vida
en otra tierra
con otra historia
con otros seres...
Acojo el poema, no como señal, ni como guía, sino como una especie de homenaje a lo que no existe, y que busca corazón y latidos en cualquiera que tome un lápiz y decida darle vida.


(1) Roberto Bolaño, Los Detectives Salvajes.

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