Wednesday, July 19, 2006

Hacia la Nada (III)

El día era oscuro, negro, ventoso, lluvioso, húmedo. Las luces del aula en la facultad eran claras. ¿Salimos juntos de ahí? Claro, avanzamos corriendo por Huerfanos en dirección al lugar donde sabríamos estarían nuestros compañeros. Grupillo nada más hermético en la lucidez, y sin embargo, extremadamente alegre en su interior. Lleno de fantasmas, de seres no-seres, de amigos entrañables, de poetas fracasados, de amantes de la poesía, de amantes de la música, de amantes de todo y de nada. Las conversaciones siempre son críticas descarnadas, cargadas de escepticismo, de burla e hironía. Generalmente hay acuerdos, uno habla, el resto calla escrutando cada palabra. Cuando no hay acuerdo se arma la de Dios es Cristo, que generalmente terminará con un perdedor inconsciente (de la mente, claro está)
Llegamos, nos unimos, los vasos cruzan, los pitos también. No vale la pena hablar de toda la gente que nos rodea. Siempre he pensado lo mismo, no puedes hablar mal de la casa del que te acoge.
Yo te miro, te veo tan serena, tan mujer, envuelta en abrigos, con collares de madera que juegan con tu pecho, en tu beatle negro, por el cual salen ondas de calor de tu cuerpo, hacia arriba, y suben, suben y suben ,formando un vaho espeso que yo quiero inhalar como cocaína. Entonces comienzo a toser, exhalando olor a cigarrillo, marihuana y alcohol.
Al cabo de unas horas los auxiliares de aquella universidad empiezan a guardar las sillas. Claro, es hora de irse. Entonces comienzo con mis putas cavilaciones de hueón ebrio. Le digo o no, me voy , la invito, nos vamos juntos,salgo yo después, cosas de ese estílo.
K. Descubre mis pensamientos, como si yo los estuviese publicando en una maquina de escribir vieja y ella estuviera a mis espaldas, respirandome en el oido.

Lo que sigue es una larga carrerilla hacia San Martín, buscando un teléfono para que ella llame a su casa en Provincia. Recuerdo que estabamos empapadísimos, mojados hasta las alitas. En casa hubo un desfile de toallas, de ropa húmeda, de calcetines mojados, pero la ropa interior esta sequísima, curioso ¿no?.
Recuerdo que sentía la lluvia caer, ocilaciones, lagrimas en mi pecho, el calor de un tren que necesita imperiosamente llegar al cielo. La habitación está cálida como una panadería a las 4 AM. Los pensamientos pasan velosisimos, nacen, mueren, suben, vuelven a subir, en busca de la nada, del sin fin, viendo como la tierra se mueve, que va quedando debajo de nosotros.
De la ventana la siento dormir, miro hacia afuera, es noche cerrada, es allá a donde vamos todos, pienso, a la nada.

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