Sunday, July 09, 2006

Imposibilidades



Se valoran las cosas , no cuando han sido perdidas, sino cuando no están, cuando nunca se tuvieron, cuando son ausentes, cuando no son. Su ausencia, su no vivencia representa la más hermosa historia.

Sentado se encontraba en casa , aburrido un día de semana, como todos los días. Afuera la lluvia arreciaba, se oía el repiquetear incesante de las gotas de agua que caían , a la manera del llanto del amor no correspondido. La confusión que se armaba con el ruido en el living era espantosa, por un lado la lluvia caía en forma incesante, por otro lado el aparato de televisión lanzaba sus estridencias al aire com un cataclismo sordo, como un rugir infáme, seco, y por supuesto crepitante. Estos dos sonidos acompañaban al joven, que estaba tumbado en un sofá, el cual era muy antiguo, esto podía atestiguarse en el tapiz que estaba profundamente gastado. Era un mueble más que permanecía en la casa desde hacía mucho tiempo. Andrés algunas veces pensaba en forma casi obsesiva en las cosas que adornaban su casa. Por ejemplo entre ellas una lampara de marmol, muy pesada, nada manejable, y sin embargo, lo suficientemente pesada para hundirle el cráneo a alguien y conseguir el objetivo previamente resuelto. En la pared que estaba tras el televisor, podía apreciarse una pintura. Esta representaba a una muchacha, la cual reposaba sentada en una silla, tras ella podían observarse los pliegues de una cortina, que sin querer daban un aspecto aristocrático a la pintura, hecho sumamente curioso, pues la muchacha vestía ropas de empleada, más bien, gastadas, usadas muchas, pero muchas veces.. Lo más desconcertante era la mirada de la joven, perdida como en un sueño, como deseo sepultado por los avatáres de la realidad. Una vista extraviada, que traspasaba cada rincón de la casa, y que al joven le infundía cierto temor, no sabía muy bien porqué.
Andrés contemplaba la televisión en forma muy interesada y , sin embargo, algo alteró para siempre su concentración. El teléfono comenzó a sonar de manera casi imperceptible, muy suave. Inmediatamente la pintura empezó a temblar, los ojos de la muchacha de la pintura comenzaron a oscurecerse, casi desapareciendo. No contestes parecían decir, no levantes el auricular, pero claro , Andrés no pudo percibir esto. Atravesó la habitación en busca del aparato que se encontraba en una pequeña mesa de madera en un rincón. ¿Aló?, ¿quién es?, nadie contestó. Si el volúmen de la televisión y el rumor de la lluvia hubiensen sido menores, Andrés hubiera escuchado un viento casi huracanado, un crujir de calaminas del otro lado de la linea. Volvió a sonar el teléfono. ¿Aló?, ¿aló?, contesta cobarde, gritó Andrés ya sin paciencia para bromas. ¿Para que? ,dijo una voz de mujer. Pero que respuesta más extraña, pensó Andrés. Entiendase su desconcierto tomando en cuenta que el teléfono siempre ha servido para una sola cosa: COMUNICARSE. Dame un buen motivo para escucharte , dijo la voz. Andrés sudaba en forma copiosa. Un sueño profundo se albergaba en su cuerpo, un desvanecimiento que dificultaba el curso normal de sus funciones fisiológicas.
He de darle un buen argumento a esta persona si es que no quiero desmayarme aqui mismo. Porque estoy solo, contestó Andrés.Todos estamos solos, replicó la voz., entonces por que me llamas, inquirió Andrés. El joven notaba que cuando mantenía la conversación con aquella voz, la sensación de malestar desaparecía. Para qué me llamas, insistió Andrés, sintiendo una dulzura que recorría su cuerpo , esa dulzura que sólo inspira la fatiga extrema y el cansancio y que conlleva a pensamientos placenteros y voluptuosos. Porque si tu lo quieres no tendrás que continuar solo, respondió la voz. Andrés reflexionaba, no quería dar a entender a aquella voz que le necesitaba, pero tampoco quería que dejara de hablarle. Tu eres distinta a las demás, tu me comprenderás, puedo ser sincero contigo, confío en ti. Estas palabras fueron pronunciadas por Andrés atropelladamente, como si cada palabra significara un vicio distinto, que probaría por última vez aquella noche. Tu eres distinta a las demás, aquello sin lugar a dudas era la marihuana, tu me comprenderás, la cocaína, la sinceridad casi por descarte es el alcohol, y por último la confianza, el humo amistoso del cigarrillo, impregnado en la ropa, en los dedos, en las bocas de todas aquellas a las cuales había besado, sólo por curiosidad, para saber si algún día aquel gusto variaría en alguna chica, pero no, siempre fue lo mismo.
Ahora la voz del otro lado de la linea callaba, o lloraba, no se sabía. La lluvia cesaba un poco, pero la película que desfilaba en la televisión era todo explosiones, desmoronamientos, asfixia, submarinos heridos a flote, navegantes perdídos en mares ciegos.
Andrés volvió la vista hacia el televisor, sin dejar de tener el oído pegado, soldado, estampado al auricular, atento a cualquier sonido. Finalmente la comunicación se cortó.

Tres días agonizó el joven en un hospital de su comuna. Entre delirio y realidad comprendió que lo que quizo nunca existió. Al quitar el cuerpo de la cama donde murió, se encontró un papel con la siguiente frase:

"Todo lo que amaste y quisiste, fue en desmedro de vuestra propia alma y de nadie más"

Al dia siguiente, la enfermera rehacía la cama anteriormente ocupada por Andrés. El día era hermoso, soleado y tibio. Através de un vaso de agua el sol iluminaba toda la habitación. La mujer terminaba ya su labor, cuando un pájaro alzó un vuelillo desde abajo de la cama. La mujer soltó primero un grito de espanto que fue transfigurandose en una sonrisa. Cogió una pequeña escoba y comenzó a ahuyentar al pequeño gorrión. El animalillo trataba de huír, y la mujer más que ayudar al pajaro, lo confundía. Para suerte del gorrión había una ventana pequeña en la parte superior de la habitación, enfilaba su cuerpo hacia ella cuando sintió un pequeño golpecillo que interfirió levemente su vuelo y que concluyó con el pajarillo fuera de la habitación, pero con un golpe mortal en su pequeña cabeza. Cayó al pasto, miró alrededor, había florecillas blancas y amarillas, podía sentir su corazón latiendo.

Fin

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